Enfermedades de transmisión sexual

El alza de enfermedades como el SIDA, la gonorrea y la hepatitis A dejan al descubierto graves falencias en Chile que van desde la educación base, hasta la promoción de campañas más efectivas.

En julio pasado se dio a conocer el informe “Ending Aids 2017”, el que si bien mostró cifras positivas en el escenario internacional respecto al control de VIH, reveló un panorama bastante menos alentador para la realidad nacional.

Y es que Chile se convirtió en el país de América Latina con más aumentos de casos nuevos entre el 2010 y el 2016 con un 34%.

Sin embargo, en adición al SIDA y su escenario local alarmante, la Organización Mundial de la Salud estima que cada año más de 340 millones de personas se contagian con algún tipo de enfermedad de transmisión sexual (ETS).

Se le denomina así al conjunto de infecciones producidas por bacterias, virus, hongos y parásitos que se transmiten durante las relaciones sexuales; a través de las secreciones en su mayoría o vía contacto con la piel, como en el caso de las verrugas genitales.

Entre las ETS más comunes destacan el SIDA, la sífilis, la gonorrea, el linfogranuloma venéreo, el virus papiloma humano (VPH) y la tricomoniasis, aunque es posible identificar más de treinta enfermedades. En el caso de la gonorrea, el Instituto de Salud Pública develó que los afectados en Chile aumentaron en un 200% en los últimos cinco años.

Ahora, ¿por qué se produce un alza de las ETS en momentos en que el acceso a la información y tratamientos debiera ser mayor?

Según el doctor Patricio Silva Rojas, ginecólogo experto en enfermedades de transmisión sexual, éstas debieran abordarse correctamente desde cuatro perspectivas, siendo la primera de ellas los niveles de prevención.

Es decir, “tener a nivel de país bien claras las medidas que permitan la revisión primaria del fenómeno; esto es, evitar que la enfermedad se produzca”, señala el también decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Central, aludiendo en este punto a la educación como principal herramienta de prevención.

“En ese sentido, el objetivo apunta a mejorar la educación formal, tanto en cobertura como en calidad, para propiciar una vida sexual responsable. Sin embargo, esto debe hacerse a nivel de un programa regular”, afirma el especialista.

Y es que si bien los conocimientos pueden reforzarse a través de campañas temporales en los medios de comunicación masivos, sin una base en la educación no hay mucho que se pueda lograr.

Asimismo, es fundamental que haya disposición de utilizar los preservativos, que es la medida de prevención más efectiva en contra de las enfermedades de transmisión sexual (un 85%)”, agrega Silva Rojas.

Posterior a esta primera etapa de prevención, lo que sigue es que, al momento de que una persona sea infectada, se tenga todo dispuesto para hacer el diagnóstico lo más precoz posible, y entonces implementar un tratamiento integral y oportuno.

“De hecho, lo más importante es que se haga el tratamiento completo, ya sea si incluye abstinencia o uso de antibióticos y que también se le haga tratamiento a la pareja. En la gran mayoría de las ETS se requiere tratar a la pareja, ya sea el hombre o a la mujer”, añade el ginecólogo.

Entonces, prosigue la etapa de reinsertar a la persona que ha padecido la enfermedad a la vida laboral, social y familiar, reforzándole la educación y logrando que tome consciencia real frente a su vida sexual.

Eso sí, no sin antes chequearse de que ha sanado porque muchas veces, especialmente cuando las personas no completan el tratamiento, no saben si quedaron sanos. O al contrario, explica el doctor, “pueden quedar como portadores asintomáticos, que son los más peligrosos, porque no saben que están enfermos, no tienen molestias, pero igual son un foco de contagio”.

Y una cuarta etapa, en tanto, corresponde a establecer la cadena epidemiológica. Es decir, “cuando hay un enfermo de sífilis o VIH, debes entrevistarte en forma privada con él o ella, para que te cuente todos los encuentros sexuales que ha tenido en el último periodo. El objetivo, entonces, es poder acercase a esas personas para avisarles que pueden estar infectadas y convencerlas de que se hagan el examen o comiencen un tratamiento de inmediato. Esto no siempre es tan fácil, pero para eso hay enfermeras y gente que se especializa en hacerlo con la debida reserva de prudencia y confidencialidad. Este paso es muy importante porque es la única manera de ir impidiendo la propagación de la enfermedad”, manifiesta el decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Central.

En resumen, esta cadena de cuatro etapas es la que han seguido los países que han tenido éxito en la disminución de las enfermedades de transmisión sexual, lo cual en Chile se ha hecho solo de forma parcial.

“A veces se hacen campañas, después se dejan de hacer. En la educación formal ciertos profesores incorporan estos conocimientos, otros no. Es que los establecimientos manejan distintas herramientas para abordar temas de sexualidad y desde ahí es que hace falta una consciencia general. Se requiere de un cambio cultural que tiene que hacerse a través de la educación de los niños, de los padres y de los profesores”, afirma el doctor Patricio Silva Rojas.

Con respeto a todas

Si bien la mayoría de las ETS poseen tratamientos, algunas de ellas, como las producidas por virus como el VIH, VPH o herpes, nunca se curan de manera definitiva, pues el agente causal permanece en estado latente dentro del organismo.

Respecto a las más peligrosas, el SIDA y la sífilis son potencialmente mortales, aunque el VPH también puede derivar en una enfermedad letal como el cáncer, si no se trata adecuadamente. También son graves aquellas ETS asociadas a la infertilidad o malformaciones del feto, como la clamidia, que es la ETS bacteriana más común y que afecta a las trompas de falopio.

“A todas hay que tenerles respeto”, enfatiza el ginecólogo. “El Sida era una enfermedad mortal y ahora que pasó a ser crónica, eso significó que la gente se relajara. Pero una sífilis mal cuidada puede crear secuelas terciarias muy graves, al punto de derivar en enfermedades mortales y la gonorrea puede producir infertilidad”, agrega.

Por su parte, las enfermedades de transmisión sexual afectan por igual tanto a hombres como mujeres y a menudo no presentan síntomas, por lo que es fundamental hacerse el examen si la persona se ha expuesto a una posible situación de contagio.

“Las posibilidades de adquirir una ETS aparecen con el inicio de las relaciones sexuales, que en nuestro país se han ido adelantando, estando en promedio alrededor de los 14-15 años, los hombres, y de los 16-17 años, las mujeres. Desde ahí para adelante y durante toda su vida sexual activa, una persona debiera tomar las medidas de prevención”, declara. Especialmente, la población joven que hoy en día es la más vulnerable y expuesta.

“Actualmente, hay conductas más liberales entre los jóvenes, que los llevan a tener relaciones con personas de forma irresponsable, lo que evidentemente aumenta el riesgo de contagio”, explica Silva Rojas.

Sin embargo, en personas adultas también es muy latente el contagio, sobre todo en el caso de quienes, aún sin tener una pareja estable, se relajan con respecto a las medidas de prevención.

De allí la importancia de lanzar campañas de alerta a través de los medios de comunicación pero, fundamentalmente, la urgencia de mantener un programa de prevención de enfermedades de transmisión sexual permanente y riguroso con sus bases en la educación.